Las caleras eran unos hornos que se ubicaban
en zonas de cortas de madera de los montes, y se utilizaba piedra caliza de la
zona porteada por caballerías en aparejos de tablas llamados pedreras y en
serones.
Sobre un agujero se armaba el aro del
cimiento inferior con piedras más gruesas para construir un muro de unos tres metros,
rematado piedra a piedra en su interior y formando una bóveda con aquellas
piedras de mejor calidad, dejando una boca por la cual se metía lumbre para
cocer la piedra durante tres días y dos noches, alimentado con leña seca, principalmente
pino, hasta que la cubierta se hundía, señal de que la cal ya se había hecho.
Después de la cocción, las piedras blancas
resultantes se seleccionaban y eran
guardadas en costales al amparo del aire, para evitar su carbonatación, proceso
que hace perder las propiedades colantes de la cal.
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